martes, 25 de agosto de 2015

La Leyenda de la calle Susona



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En el Barrio de Santa Cruz, en la antigua judería, hay una callejuela que parte desde la plaza de Doña Elvira y desemboca en el Callejón del Agua, muy cerca de la Calle de la Vida. Esta tortuosa calle, que antes tenía el nombre de Calle de la Muerte, actualmente se llama Calle Susona.

La historia de Susona, a quien está dedicada la calle, está resumida en un azulejo sobre la puerta de casa que habitó su familia a finales del S XV. 

Ocurrió que en el año de 1481 se fraguó un complot judío para hacerse con el poder en la ciudad e intentar, con el apoyo musulmán, ir contra los cristianos de Sevilla. La conspiración estaba encabezada por el banquero Diego Susón, Pedro Fernández de Venedara, mayordomo de la catedral; Juan Fernández de Alboslaya, letrado y alcalde de Justicia y muchos otros. 

El banquero judío tenía una hija, Susona, conocida por su gran hermosura y que mantenía relaciones secretas con un noble cristiano. Cuando ella se enteró de que su padre, junto con los otros conjurados, incluía en sus planes matar al hombre a quien amaba, no dudó en delatar a los suyos. Como consecuencia, la conspiración fue desmantelada y sus cabecillas fueron primero encarcelados y después les cortaron la cabeza.

Tras este gesto de amor, considerado como una gran traición por sus gentes, Susana Ben Susón fue repudiada y no le quedó más remedio que convertirse al cristianismo. Para colmo de sus desgracias, el caballero amado también la rechazó.

Así las cosas, el obispo la convenció para que dedicara su vida al Señor en un convento de clausura de la ciudad. La visitaba a menudo y terminó enamorándose de ella, hasta el punto de que ésta dejó el convento y se fue a vivir con el obispo, del que tuvo dos hijos. Pero con el tiempo, las cosas se torcieron de nuevo para Susona, que sumida en la más absoluta pobreza, terminó sus días como querida de un especiero.

En su testamento, la arrepentida Susona dejó escrito que colocaran su calavera a modo de castigo sobre la puerta de la casa donde vivió. La calavera estuvo realmente expuesta allí detrás de una reja, hasta que en 1845 se sustituyó por el azulejo explicativo.

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